El concepto de la «democracia participativa» se ha convertido en un lugar común. ¿Una democracia es participativa cuando se ejerce el derecho al voto? ¿Una democracia es participativa cuando las autoridades consultan a la ciudadanía sobre los proyectos a implementar? ¿Una democracia es participativa cuando todo aquel que manifieste interés de construir lo público, participe en las diferentes etapas del proceso?

Esta es una conversación que se viene adelantando desde hace ya algunos años. Mientras tanto han surgido otros conceptos que se saltan esta discusión y se van directamente a la práctica.

El concepto de gobierno abierto implica adelantar procesos de formulación de política e intervenciones públicas, que van más allá de la participación y se acercan a la co-creación.

Igualmente, conceptos como el de «gobierno digital» ya no hacen referencia a «diseño centrado en el ciudadano» sino de «diseño orientado por el ciudadano». Finalmente, el concepto de «innovación pública», vincula a los actores relacionados desde la conceptualización de las soluciones, hasta su misma implementación.

Esta situación lo que evidencia es la necesidad de evolucionar cuando hablamos de «participación», pero para dar ese siguiente paso, debemos reconocer un conjunto de situaciones que se interponen, así como otras que habilitan este proceso.

La investigación realizada sobre el proceso para reactivar la participación en la localidad, o como se ha denominado para este caso «la reactivación social» arrojó un conjunto de hallazgos que se detallan a continuación:

PARTICIPAR ES UN RETO

El 29% de las personas en Suba, según un estudio de 2018 del IDPAC, dicen que participar es muy complicado, 27%​ adicional dice que no entiende cómo participar y 23% más dice que no tiene tiempo.

Adicionalmente, las personas entrevistadas manifiestan que el relacionamiento con las entidades públicas es engorroso. Los trámites no son claros y los procedimientos son largos y tortuosos.

Por otra parte, los representantes de las organizaciones sociales manifiestan que los recursos son escasos para todo lo que se quiere adelantar y quienes representan a los medios comunitarios mencionan que sus actividades tienen un costo y no pueden sostenerse «a punta de hacer favores».

Igualmente, desde los jóvenes hasta los más experimentados manifiestan que la información para participar no es clara  se demanda mayor y mejor información, así como formación para participar en espacios como por ejemplo el de los presupuestos participativos.

Lo anterior refleja que quienes participan lo hacen por «amor al arte», pues trabajar por lo público desde lo comunitario es difícil.

Por otra parte, frente a las instancias de participación, se evidencia que hay un bajo reconocimiento del papel de la Junta Administradora Local y sobre el rol de los ediles.

Igualmente se identifica que hay muchas instancias de participación e incluso algunos consideran que podrían fusionarse para no generar duplicidad de esfuerzos.

SOBRE LA SITUACIÓN DE LAS JAC

En cuanto a los escenarios de participación más capilares, que son las Juntas de Acción Comunal, se evidencia que están de «capa caída​». Según una de las líderes , sólo 4 de 14 están participando en las reuniones de la Junta.

Por otra parte, si miramos los niveles de referencia de las JAC frente a la comunidad en la localidad, nos encontramos que sólo el 19.5% de los ciudadanos piensan en acudir a estas para resolver un problema en su barrio (cifras del IDPAC, 2018).

A pesar de esto, la gente quiere a su barrio y quiere participar para mejorar su condiciones.

LAS TECNOLOGÍAS DIGITALES COMO APOYO

No obstante, no todo el panorama es perturbador. Las tecnologías digitales se empiezan a percibir como una nueva promesa​ para contar con participación más efectiva.

Existe la percepción de que un Tweet es más poderoso ante la administración que un derecho de petición.​

Se evidencian también usos de mecanismos digitales de participación más especializados (como change.org) para pedir la acción de las instituciones ante cambios locales requeridos y Whastapp es la herramienta por excelencia para la comunicación.

No obstante lo anterior, hacen falta dispositivos y conocimiento para sacarle todo el provecho a las tecnologías digitales y el uso estratégico de las redes sociales está aún por explorar.

LOS TESOROS DE LA PARTICIPACIÓN

De igual forma como se identificó en otras investigaciones, en la localidad también hay tesoros frente a la participación.​

Colectivos como los de mujeres y jóvenes son ejemplo de dinamismo en la participación. En este sentido, y principalmente en los jóvenes, se están dando expresiones de participación bajo espacios informales, los cuales se están convirtiendo en los protagonistas de la participación.

Algunos de los espacios de los jóvenes son complejos, pues son muy celosos. La alcaldía local ni siquiera tiene sus datos y si los tienen no los permiten compartir.

Cerca del 33% de las organizaciones se reconocen como jóvenes.

En este sentido, múltiples actores mencionan la necesidad de un relevo en la participación, no sólo generacional, sino también de género.

SOBRE LA CONFIANZA

Finalmente, es importante mencionar que la confianza en los espacios de participación está rota.​Muchos no ven el valor de participar, pues no se ven los resultados.​ Se perciben altos niveles de corrupción en las instancias y escenarios de participación y las comunidades se sienten «manoseadas» por las instituciones.

Esta situación atañe directamente al fondo de la situación, pues los resultados y el impacto son el alma de los procesos participativos, pues sin esto no hay razón para participar.​​

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