Aunque las estadísticas indican que las cifras de delitos en Bogotá han disminuido, la percepción de inseguridad para el año 2020 alcanzó el 76%, superior a la del año 2019 por más de 16 puntos, de acuerdo con la Encuesta de Percepción y Victimización de Bogotá elaborada por la Cámara de Comercio de Bogotá.
¿Qué está sucediendo?
Muchos subanos y subanas reconocen sentirse tremendamente vulnerables, incluso aunque no hayan sufrido un delito en carne propia.
Esta sensación de vulnerabilidad se vincula con escenarios que resultan amenazantes, como aquellos donde hace presencia la indigencia, consumidores de sustancias psicoactivas, microtráfico, pérdida del espacio público, infraestructura deteriorada, una iluminación deficiente, entre otras.
Los espacios percibidos como inseguros son en su mayoría las calles (45%) seguidas de los puentes peatonales (22%) y los potreros (14%)
Esto hace que se mantenga un temor constante, que se expresa con la frase
«A mi aún no me ha pasado nada, pero no demora», en el entendido que se considera que las condiciones están dadas a favor de la delincuencia.
Parte de los esfuerzos de la localidad deberán enfocarse en identificar y mitigar las condiciones que generan vulnerabilidad.
La abundancia de colegios (y estudiantes) en la localidad, pueden jugar un rol potencialmente como constructores de comunidades seguras, pero al mismo tiempo son los objetivos preferidos de las organizaciones delincuenciales que les quieren enganchar al consumo de drogas o reclutarlos en sus filas.
En algunos barrios la comunidad ha organizado «redes de seguridad» para enfrentar sus propias vulnerabilidades, alcanzando logros importantes. Sin embargo, la mayoría de estas redes carece de las competencias y herramientas necesarias para lograr una efectiva comunicación y coordinación entre ellas y con las entidades distritales.
Resalta el hecho que cerca del 60% de los ciudadanos de Bogotá no tuvo relación con la Administración Publica Distrital durante el 2020 mientras que el 25% califican la relación como regular o mala. (CCB)
Entre la población que se enfrenta a la inseguridad destacan los bici-usuarios, ya que el hurto de bicicletas es uno de los delitos con mayor presencia en la localidad. De hecho fue el único delito que no disminuyo al comparar los años 2019 y 2020.
Suba es la tercera localidad con mayor cantidad de hurto de bicicletas, con 1449 denuncias en el 2020, esto equivale a 120 bicicletas cada mes.
Esto ha derivado en estrategias de supervivencia que incluyen nunca salir solos, evitar zonas que ya se reconocen como peligrosas y nunca salir en las noches.
Uno de los delitos que más se reconocen en la localidad es el de hurto a comercio, que ubica a Suba como la localidad con más denuncias durante el año 2020 con 1305 casos, aunque este delito presenta una reducción acumulada de 40% en la ciudad frente a los años anteriores.
Otro fenómeno identificado es la presencia de los bicitaxis, que en ciertas horas de la noche son usados por ciudadanos que se sienten mas seguros que haciendo recorridos a pie. Sin embargo, no suelen respetar las normas, invaden ciclorutas, son técnicamente inseguros por la adaptación improvisada de motores, y algunos entrevistados señalan la posible presencia de cárteles dueños de muchos vehículos y que en algunos casos incluso son usados para ocultar el microtráfico.
Suba recibe buena parte de los migrantes que llegan a la ciudad en situación de vulnerabilidad y desafortunadamente suelen ser culpados por fenómenos de explotación infantil, la invasión del espacio público y al incremento de la actividad delincuencial. El Laboratorio podría buscar soluciones que contribuyan a la integración productiva de los migrantes y a mejorar la percepción que de ellos tienen los habitantes.
Los contenedores constituyen otro punto frecuentemente mencionado por los participantes en la investigación: por un lado tienen el potencial de mejorar los procesos de reciclaje, pero en la práctica se han hecho indeseables por que su uso inadecuado atrae basuras, roedores, malos olores e indigencia (que incluso los usa de habitación) y son visto como «pequeñas ollas» que atraen la delincuencia y aumentan la sensación de vulnerabilidad.
Este contexto se ve agravado por una desconexión entre Policía y comunidad. Si bien algunos ciudadanos y ciudadanas manifiestan que han recibido de esta apoyo e incluso formación, generalmente la asocian con individuos más que con la institución. La encuesta de percepción y victimización señala que el 43% de bogotanos y bogotanas considera que acabar la corrupción de la Policía es la principal acción para mejorar la seguridad en la ciudad. Un desafío para el laboratorio es trabajar en conjunto para identificar mecanismos que fortalezcan los lazos de los agentes de policía con la comunidad.
La solución está en el problema
la comunidad no se apropia de el espacio público por considerarlo inseguro y en su lugar lo hacen consumidores de drogas, traficantes, habitantes de calle y delincuentes. Esto incrementa la percepción de inseguridad haciendo que todavía menos ciudadanos y ciudadanas usen estos espacios.
Aquellos lugares que han mejorado su seguridad coinciden con el desarrollo de acciones que mejoran los espacios, disminuyen la sensación de vulnerabilidad y los ciudadanos han apropiado, rompiendo así el ciclo.